[María Emilia Cornejo, del mito a la lectura]. Por Carolina Melys

Soy la muchacha mala de la historia reúne los pocos poemas publicados en vida por la poeta peruana María Emilia Cornejo (1949-1972), además de 19 poemas inéditos, fotografías de la autora, documentos y manuscritos.
Los datos de su vida, su suicidio, sin duda, ayudaron a construir mitos a partir de la figura de la autora; construcción mítica que ha puesto antes de su trabajo su biografía, actualizando otras imágenes de la genialidad, la locura y la creación que, en el caso de Cornejo, se han teñido también de prejuicios de género. En este contexto, la reseña que ahora presentamos, de autoría de Carolina Melys (1980), quiere devolver el valor de la lectura, el valor del trabajo de quien lee y escribe.

María Emilia Cornejo, del mito a la lectura

Más que por la obra, por la figura del artista. Esta es la razón por la cual algunas personas se acercan a la literatura. La construcción de mitos en torno a escritores y poetas resulta de gran atractivo –sobre todo comercial–, pues apela a esa curiosidad que se emparenta más con los rumores acerca de la vida personal que con otra cosa. “Escritores de culto” les llaman, aunque no sabemos a qué refiere exactamente, pero suponemos que esconde algo oscuro, incierto o trágico.
La mujer en la literatura se ha debatido en un sinnúmero de roles: desde una figura pasiva –colándose en los poemas a modo de musa inspiradora, objeto del deseo o de contemplación–; hasta la autoría misma –conquista lateral, a veces subrepticia, bajo seudónimos masculinos para legitimar su escritura–.
En un lugar intermedio, útil ha resultado la construcción del mito en torno a la figura de la escritora o poeta, como una estrategia de acercamiento, aunque a la vez se ha convertido en una forma de invisibilizar la escritura, pues pone el foco en la autora misma, dejando de lado su obra. Pasó con Alfonsina Storni, a quien su suicidio la persigue hasta en canciones, o la figura de Alejandra Pizarnik. En Chile, Bárbara Délano, cuyo destino trágico en un accidente de avión, cayendo al mar cuando venía de Lima a Santiago, la sobrepasa. Construcciones de mitos que dejan la lectura de su poesía sometida, atrapada en la historia que nos han querido contar.
La poeta María Emilia Cornejo es un ejemplo más de esto. En vida publicó tres o cuatro poemas con seudónimo en una plaquette y leyó unos cuantos más en público. Participó del grupo Hora Zero y luego vino su suicidio, a los 23 años. Después de su muerte se publicaron otros poemas en revistas y un libro póstumo. Para acrecentar el mito, dos compañeros poetas de Cornejo quienes asumieron la labor de publicar sus poemas –José Rosas Ribeyro y Elqui Burgos–, con el tiempo, pusieron en entredicho la autoría de los mismos textos al adjudicarse la estructura, el montaje y la edición general del libro. Al no contar con los manuscritos, esa duda rondaba la escritura de María Emilia.
Y acá es donde el libro Soy la muchacha mala de la historia. Poemas de María Emilia Cornejo (Paracaídas editores, 2019), con ensayo introductorio, selección y notas a cargo de Pedro Casusol, cobra vital importancia. Casusol no habla por María Emilia, no nos explica su vida, sino que deja hablar a la poeta. Para esto, resultó central el hallazgo del “cuaderno de francés”, en donde Cornejo escribió en letra imprenta los borradores de sus poemas y que hasta ahora había sido celosamente guardado por su amiga Charo Arroyo. Fotos de este cuaderno son incluidas en el libro y logran despejar las dudas acerca de cuánta intervención hubo de manos ajenas en sus creaciones. Además, Casusol investiga su vida, nos da luces de su proceso escritural e ilumina ciertos pasajes que hasta ahora daban pie a la fantasía más que a la realidad de los hechos. Pero el foco es la escritura y la invitación es a leer, tanto los poemas publicados en sus distintas versiones, como los inéditos.
Pese a los obstáculos que las mujeres hemos encontrado en el campo cultural, donde necesitamos hacernos un espacio en las mesas de diálogo, en los grupos literarios tan dados a la misoginia y en el canon –que ya sabemos quiénes han dictado­ y que requiere una reestructura urgente─, la respuesta es siempre la misma: volver a la lectura. Leer textos escritos por mujeres.
Grace Paley, escritora y activista estadounidense, lo plantea de la siguiente manera: “Las mujeres han comprado libros escritos por hombres desde siempre, y se dieron cuenta de que no eran acerca de ellas. Pero continuaron haciéndolo con gran interés porque era como leer acerca de un país extranjero. Los hombres nunca han devuelto la cortesía”.
Esta es una invitación, entonces, a leer a esta poeta que en Chile es prácticamente desconocida. Una puerta de lectura a un conjunto de voces de la cual forma parte. Traernos del Perú no solo a Vallejo, sino a Magda Portal, Blanca Varela, Carmen Ollé, y ahora a María Emilia Cornejo.
Detenerse en sus versos que dan cuenta de un sentir social profundo:
“llevo en la sangre
el dolor de mi pueblo
y
refleja mi rostro
mil rostros de angustia,
mas no me avergüenza
que tenga mi carne
el color de la tierra,
tierra de sangre y pena
que me duele
que nos quitan”.
O en la expresión de la soledad que se repite en sus poemas:
“cuando llega la noche
es aquel viejo reloj
cansado y sin horas
que espera,
y simplemente espera
al tiempo
que viene en mi contra.

es solo el tiempo
que viene en mi contra
y no me deja morir
porque
ya no
ya no le temo a la muerte
pues
sentado junto a ella
hoy
ya no tengo
la culpa
de
sentirme sola”.
O en el carácter y fuerza transgresora del poema que da título al libro:
“soy
la muchacha mala de la historia,
la que fornicó con tres hombres
y le sacó cuernos a su marido.

soy la mujer
que lo engañó cotidianamente
por un miserable plato de lentejas,
la que le quitó lentamente su ropaje de bondad
hasta convertirlo en una piedra
negra y estéril,
soy la mujer que lo castró
con infinitos gestos de ternura
y gemidos falsos en la cama.
soy
la muchacha mala de la historia”.
O en la frustración en el amor, ese choque violento entre las expectativas y la realidad:
“Hubiéramos querido tener en nuestras manos
La eternidad de nuestras vidas
Pero solo nos era permitido
Ocupar el cuarto por tres horas.
La vieja cama rechinó hiriendo nuestros oídos,
Para entonces ya nada importaba”.
Finalmente, derribar los mitos –esas estructuras aparentemente sólidas en que se han construido los relatos que nos guían–, significa escuchar lo que está detrás de ese artificio: la voz de la mujer, que hoy más que nunca se hace necesario y vital.
La invitación es a leer los poemas de María Emilia Cornejo y suspender un momento su figura construida en palabras de otros, para dejar que ella sea quien hable ahora.



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