[Cuartos de motel de Giovanni Astengo o Nuestra memoria repite los cuerpos hasta la saciedad]. Por Claudia Vila
Giovanni Astengo M. (Santiago de Chile, 1972), es autor de Anteayeres (1999), La morada irreal (2006), Puzzles (2011), Sección de objetos perdidos (2014). Claudia Vila nos presenta ahora una lectura de Cuartos de Motel (2008).
Cuartos de motel (Mago editores, 2008) es el tercer libro de poesía de Giovanni Astengo. Aquí el autor realiza un viraje desde una poesía más bien “lárica” hacia un mundo más conceptual y experimental. El texto de Astengo recorre moteles de Santiago, los que ocupa como setting para hablar de la soledad, el narcisismo, el eros y thanatos.
A pesar de lo que pudiera pensarse, el camino de estos cuartos nos lleva más allá de su connotación evidentemente sexual, ya que este gran poema o libro-poema está dirigido hacia varias direcciones. Así, aparte de los amantes y los juegos eróticos impredecibles, esta poética denota un sesgo de soledad y de melancolía en un cuerpo que se refugia en otro para escapar de la desolación y el exterminio a que todos estamos expuestos.
Astengo no solo expone la atmósfera erotizante que se muestra plena en los cuartos de los moteles. No, va más allá porque entra con estilo en una estética sutil que le permite –al indagar en los misterios del cuerpo y la sexualidad femenina– recuperar los espacios perdidos o algo de la nostalgia que emana de esos cuerpos que ya no están, pero que alguna vez se hicieron parte del goce.
En este ámbito, se agradecen las señales que coloca el autor cuando menciona cada motel y someramente casi con migas de pan somos involucrados en ellos como testigos de un ceremonial sagrado que culmina siempre de distintas formas, pero cuyo fin último es la vivencia más allá del orgasmo, la percepción del mundo de cada mujer diferente que es, sin embargo, una sola sacerdotisa: “Pero duerme tranquila, en fin sus sueños son sus sueños, / y estos mis pasiones más bajas” o “el croquis de algo parecido a tu yo en mí / te interpelé, y volví a besar, / no hubo sexo, era tan simple como robarte un aroma y vestirse / para el recuerdo”.
Asimismo, se aprecian rasgos que insinúan la poética de Óscar Hahn en relación con una sexualidad activa y viva que seduce, que abre los sentidos: “la belleza de unas cuantas esferas al azar / –algo como un aerolito / ocupa este espacio– para leernos tatuados / en los cuerpos: el hueco, el obstáculo, / la pequeñez que somos”. Nos hace ver todo desde otra perspectiva, desde el hombre salvaje que es un ser profundamente sexual, vidente que elimina la lógica y se deja llevar por el instinto como una herramienta válida para sobrevivir: “seamos yambos sobre todas las sábanas, en todos los cuartos. / Estos son los ritmos naturales de las bestias”.
También se percibe la caricia borgeana en sus repeticiones y negaciones dentro de un espejo colgado en estos cuartos de motel: “Antes que amaine / quisiera ver mi semejante en tu semejante sometidos / a un cielorraso de espejos repetidos como un mar de cuerpos” u “Otra vez se introyecta en mí, / pistilo a pistilo, órganos inoperantes sobre la bañera / se abren labios sobre un espejo quebrado donde / dos labios que se besan a sí mismos”. Estos espejos insisten en prolongar tanto los cuerpos como los espacios hasta la saciedad y de esta manera crean otros ritos, otros ritmos sensuales audaces o casi imperceptibles de los amantes que gozan o que se disfrutan plenos, vaciados del dolor de saberse inextinguibles.
Claudia Vila Molina (Viña del Mar, Chile). En el año 2011 participa del taller de escritura creativa a cargo del profesor y poeta Gabriel Castro realizado en Quilpué. El año 2012 publicó Los ojos invisibles del viento, ese mismo año es parte de la antología del taller "Madera de luna". Durante el año 2016 asiste al taller de poesía “Carlos Pezoa Veliz” de la PUCV a cargo Claudio Guerrero.
Nuestra memoria repite los cuerpos hasta la saciedad
Cuartos de motel (Mago editores, 2008) es el tercer libro de poesía de Giovanni Astengo. Aquí el autor realiza un viraje desde una poesía más bien “lárica” hacia un mundo más conceptual y experimental. El texto de Astengo recorre moteles de Santiago, los que ocupa como setting para hablar de la soledad, el narcisismo, el eros y thanatos.
A pesar de lo que pudiera pensarse, el camino de estos cuartos nos lleva más allá de su connotación evidentemente sexual, ya que este gran poema o libro-poema está dirigido hacia varias direcciones. Así, aparte de los amantes y los juegos eróticos impredecibles, esta poética denota un sesgo de soledad y de melancolía en un cuerpo que se refugia en otro para escapar de la desolación y el exterminio a que todos estamos expuestos.
Astengo no solo expone la atmósfera erotizante que se muestra plena en los cuartos de los moteles. No, va más allá porque entra con estilo en una estética sutil que le permite –al indagar en los misterios del cuerpo y la sexualidad femenina– recuperar los espacios perdidos o algo de la nostalgia que emana de esos cuerpos que ya no están, pero que alguna vez se hicieron parte del goce.
En este ámbito, se agradecen las señales que coloca el autor cuando menciona cada motel y someramente casi con migas de pan somos involucrados en ellos como testigos de un ceremonial sagrado que culmina siempre de distintas formas, pero cuyo fin último es la vivencia más allá del orgasmo, la percepción del mundo de cada mujer diferente que es, sin embargo, una sola sacerdotisa: “Pero duerme tranquila, en fin sus sueños son sus sueños, / y estos mis pasiones más bajas” o “el croquis de algo parecido a tu yo en mí / te interpelé, y volví a besar, / no hubo sexo, era tan simple como robarte un aroma y vestirse / para el recuerdo”.
Asimismo, se aprecian rasgos que insinúan la poética de Óscar Hahn en relación con una sexualidad activa y viva que seduce, que abre los sentidos: “la belleza de unas cuantas esferas al azar / –algo como un aerolito / ocupa este espacio– para leernos tatuados / en los cuerpos: el hueco, el obstáculo, / la pequeñez que somos”. Nos hace ver todo desde otra perspectiva, desde el hombre salvaje que es un ser profundamente sexual, vidente que elimina la lógica y se deja llevar por el instinto como una herramienta válida para sobrevivir: “seamos yambos sobre todas las sábanas, en todos los cuartos. / Estos son los ritmos naturales de las bestias”.
También se percibe la caricia borgeana en sus repeticiones y negaciones dentro de un espejo colgado en estos cuartos de motel: “Antes que amaine / quisiera ver mi semejante en tu semejante sometidos / a un cielorraso de espejos repetidos como un mar de cuerpos” u “Otra vez se introyecta en mí, / pistilo a pistilo, órganos inoperantes sobre la bañera / se abren labios sobre un espejo quebrado donde / dos labios que se besan a sí mismos”. Estos espejos insisten en prolongar tanto los cuerpos como los espacios hasta la saciedad y de esta manera crean otros ritos, otros ritmos sensuales audaces o casi imperceptibles de los amantes que gozan o que se disfrutan plenos, vaciados del dolor de saberse inextinguibles.
Claudia Vila Molina (Viña del Mar, Chile). En el año 2011 participa del taller de escritura creativa a cargo del profesor y poeta Gabriel Castro realizado en Quilpué. El año 2012 publicó Los ojos invisibles del viento, ese mismo año es parte de la antología del taller "Madera de luna". Durante el año 2016 asiste al taller de poesía “Carlos Pezoa Veliz” de la PUCV a cargo Claudio Guerrero.
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