[El poeta es un tiuque. Presentación de Maicillo / Sauló de Leandro Hernández]. Por Juan Ignacio Colil
El siguiente texto, escrito por el narrador Juan Ignacio Colil, sirvió de presentación del libro Maicillo / Sauló (Das Kapital Ediciones, 2014) del poeta Leandro Hernández.
El poeta es un tiuque
En mi tierna y lejana infancia, toda la familia se juntaba durante los veranos en Collico, época de cosechas, de viajes permanentes al río y de largas jornadas sin TV, ni luz eléctrica, ni agua potable. Nada de eso hacía falta. De vez en cuando llegaba un tío que provocaba la admiración mía y de mis primos. Mi tío portaba una escopeta y salía a la caza de peucos, pájaro hábil y esquivo que amenazaba los pollos de mi abuela. Los peucos eran escasos así que para no adormecer la puntería le disparaba a los tiuques, pobres tiuques. Docenas de tiuques, quizás unas cuantas docenas de tiuques caían esas semanas de vacaciones. Ahora, mirando de lejos, mi tío era el terror de los pobres tiuques. A veces caía un peuco. Pero era una matanza de tiuques.
De chico siempre asocié a los tiuques y otras especies al campo, a los espacios abiertos, hasta que fui creciendo y me di cuenta de que extrañamente también vivían en la ciudad, en medio de Santiago. Medio escondidos, tapados por los edificios, los letreros, por el humo de las micros, aprovechándose del caos de la ciudad, pero esta historia es al revés, no es que el tiuque haya llegado a la ciudad, el tiuque se resiste a marcharse de un lugar que siempre ocupó. Somos nosotros los advenedizos. He visto a estos tiuques resistentes tratando de pasar desapercibidos en este mundo hostil. Lanzando sus gritos a los transeúntes. Pájaros a medio camino entre peuco, por su aspecto, y a paloma asalvajada. Los he visto en algunos sitios eriazos, en medio de los árboles de Avenida Matta, también en el parque Juan XXIII y ahora lo veo acá.
El poeta es un tiuque sobre un eucalipto. El tiuque es un depredador oportunista. Roba imágenes, colecciona estampas de la plaza, pichangas a media tarde, pololeos furtivos, juegos. El poeta tiuque imagina escenas a partir de fragmentos. El poeta tiuque perito investigador de causas perdidas, el poeta tiuque oportunista. ¿Oportunista de qué? El poeta tiuque espera su momento.
En Maicillo / Sauló el poeta tiuque ha encontrado un pequeño reducto en el cual hacer su nido observatorio. Una plaza, un parque de maicillo es su nuevo habitat. Escarba entre el maicillo, se contenta con poco. Es un oportunista del registro. El poeta se adapta y busca un espacio entre el tráfico, el cemento y su carga de años. De otra forma no se explica ese afán.
El poeta pasea por plazas y por series de TV. Entrando y saliendo de un departamento. El poeta es un tiuque, pájaro carroñero que se adapta a lo que venga. El poeta ha dejado sus tierras, el viento lo ha arrastrado a la ciudad. No es fácil moverse. El tiuque busca las alturas y realiza maniobras en el aire, así el poeta también maniobra para sobrevivir en un territorio extraño, pájaro expulsado de su pequeño paraíso, de pronto enfrentado a la vorágine, el tiuque se pierde arrastrado por las corrientes de aire, sube, baja, se extravía en la noche, hasta que el tiuque se reconoce poeta y el poeta se reconoce tiuque.
Nostalgias del tiuque: ovejería, parrita y las tardes del pedagógico. A principios de los ochenta inventaron unas máquinas en las que uno veía las fotos como si las proyectase en una pequeña pantalla de cine. Había que acercar el artilugio a los ojos y con un simple movimiento del dedo giraba la rueda y aparecía una nueva imagen. Eran unos artefactos horribles, pero que causaron sensación en el momento. Así también pasan las imágenes por la cabeza del poeta: ovejería, parrita y las tardes del pedagógico rescatadas de su memoria y otra vez ovejería, parrita y las tardes del pedagógico. El poeta comienza a mirar hacia atrás.
Formación del tiuque poeta: las calles, su infancia, detalles, la memoria está llena de detalles, pequeños gestos que el poeta atesora.
Los lectores de poesía ya no nacen más, ¿para quién escribe el poeta? La poesía como los tiuques es escasa, rara avis, en esta máquina moledora de carne. ¿Para quién escribe el poeta?. La sencillez del poeta está en su mirada, en sus palabras despojadas de la parafernálica poética ingeniosa o poética clarividente o poética hermética. La sencillez del poeta es un paseo en la tarde viendo correr a su hijo.
De chico siempre asocié a los tiuques y otras especies al campo, a los espacios abiertos, hasta que fui creciendo y me di cuenta de que extrañamente también vivían en la ciudad, en medio de Santiago. Medio escondidos, tapados por los edificios, los letreros, por el humo de las micros, aprovechándose del caos de la ciudad, pero esta historia es al revés, no es que el tiuque haya llegado a la ciudad, el tiuque se resiste a marcharse de un lugar que siempre ocupó. Somos nosotros los advenedizos. He visto a estos tiuques resistentes tratando de pasar desapercibidos en este mundo hostil. Lanzando sus gritos a los transeúntes. Pájaros a medio camino entre peuco, por su aspecto, y a paloma asalvajada. Los he visto en algunos sitios eriazos, en medio de los árboles de Avenida Matta, también en el parque Juan XXIII y ahora lo veo acá.
El poeta es un tiuque sobre un eucalipto. El tiuque es un depredador oportunista. Roba imágenes, colecciona estampas de la plaza, pichangas a media tarde, pololeos furtivos, juegos. El poeta tiuque imagina escenas a partir de fragmentos. El poeta tiuque perito investigador de causas perdidas, el poeta tiuque oportunista. ¿Oportunista de qué? El poeta tiuque espera su momento.
En Maicillo / Sauló el poeta tiuque ha encontrado un pequeño reducto en el cual hacer su nido observatorio. Una plaza, un parque de maicillo es su nuevo habitat. Escarba entre el maicillo, se contenta con poco. Es un oportunista del registro. El poeta se adapta y busca un espacio entre el tráfico, el cemento y su carga de años. De otra forma no se explica ese afán.
El poeta pasea por plazas y por series de TV. Entrando y saliendo de un departamento. El poeta es un tiuque, pájaro carroñero que se adapta a lo que venga. El poeta ha dejado sus tierras, el viento lo ha arrastrado a la ciudad. No es fácil moverse. El tiuque busca las alturas y realiza maniobras en el aire, así el poeta también maniobra para sobrevivir en un territorio extraño, pájaro expulsado de su pequeño paraíso, de pronto enfrentado a la vorágine, el tiuque se pierde arrastrado por las corrientes de aire, sube, baja, se extravía en la noche, hasta que el tiuque se reconoce poeta y el poeta se reconoce tiuque.
Nostalgias del tiuque: ovejería, parrita y las tardes del pedagógico. A principios de los ochenta inventaron unas máquinas en las que uno veía las fotos como si las proyectase en una pequeña pantalla de cine. Había que acercar el artilugio a los ojos y con un simple movimiento del dedo giraba la rueda y aparecía una nueva imagen. Eran unos artefactos horribles, pero que causaron sensación en el momento. Así también pasan las imágenes por la cabeza del poeta: ovejería, parrita y las tardes del pedagógico rescatadas de su memoria y otra vez ovejería, parrita y las tardes del pedagógico. El poeta comienza a mirar hacia atrás.
Formación del tiuque poeta: las calles, su infancia, detalles, la memoria está llena de detalles, pequeños gestos que el poeta atesora.
Los lectores de poesía ya no nacen más, ¿para quién escribe el poeta? La poesía como los tiuques es escasa, rara avis, en esta máquina moledora de carne. ¿Para quién escribe el poeta?. La sencillez del poeta está en su mirada, en sus palabras despojadas de la parafernálica poética ingeniosa o poética clarividente o poética hermética. La sencillez del poeta es un paseo en la tarde viendo correr a su hijo.
Juan Ignacio Colil, escritor, autor de 8cho relatos, Al compás de la rueda, Tsunami y otros.
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