[La línea entre Homero y Joyce: Random de Daniel Rojas Pachas]. Por Víctor Quezada
Random (Valparaíso, Narrativa Punto Aparte, 2014) es el libro más reciente de Daniel Rojas Pachas, escritor nacido en Lima pero que reside desde su juventud en Arica, la puerta norte de Chile. El siguiente texto indaga en la idea de la línea recta que concebimos cuando pensamos la tradición literaria y la articulación temporal de las novelas.
La línea entre Homero y Joyce: Random de Daniel Rojas Pachas
…este viejo buena onda me dijo en un taller apócrifo, sin fundaciones ni grandes edificios, en una población en que le hicimos clase a unas señoras: “Cuando joven todos los poetas de mi generación querían bajo cualquier vía conseguir y tener en sus manos una copia del Ulises de Joyce, era un fetiche, y Armando Uribe propiciaba esa fijación al hablarnos sin tregua del irlandés. Caminando un día por el centro y al pasar por una librería, le dije a Teillier… […] Bueno, Jorge que era muy atento, escuchó esto que era importante para mí y en realidad para todos, tener y leer ese libro capital que era el Ulises y del cual solo teníamos buenas referencias. Ese texto nos haría mejores observadores, relatores, poetas. Campechano, Jorge no respondió de inmediato, siguió mi diatriba y de pronto de golpe, sin vacilar, impactó diciendo: Gran cosa. Homero no leyó a ese tal Joyce (84).
Esta cita me parece interesante. No solo por esa especie de avidez incontenible que obliga al amateur a querer conocer cada uno de los eventos, por nimios que estos sean, que formaron parte de la existencia del ídolo que admiramos, sino que también porque (y a todos nos debería parecer obvio) Homero no leyó a ese tal Joyce. O podríamos decir con mayor exactitud: Homero, para escribir la Odisea, no leyó el Ulises, sin embargo, Joyce, para escribir el Ulises, necesariamente tuvo que haber leído a Homero. Ahora bien, ¿podríamos pensar que Homero sí leyó el Ulises?
¿Qué pasaría si aceptamos que el Ulises de Joyce fue influencia directa en la escritura de la Odisea? Si la tradición literaria occidental la entendemos como una línea sucesiva de hitos en la cual Homero se sitúa como el primer hito de importancia y Joyce como uno de los últimos, ¿en qué quedaría convertida esa línea recta sin accidentes que es la tradición literaria occidental? Por supuesto esa línea dejaría de ser una línea recta orientada al futuro para adquirir otras figuras más intrincadas en las que el tiempo, por ejemplo, perdería su carácter imperativo. Si Homero leyó el Ulises, esa línea temporal se volvería puro espacio, una superficie plana y expansiva sin mayor concierto que su expansión desbordada, en la que el Ulises y la Odisea convivirían uno al lado del otro, en un mismo nivel, aplanado el tiempo. Y si todos los libros comparten lugar, entonces, toda la cultura se vuelve citable porque su manera de relacionarse es por la contigüidad en el espacio; relación por la cual los libros podrían a la vez definirse y dispersarse.
Este ejercicio que hemos hecho parece ser de ciencia ficción, pero es más real de lo que creemos. Nuestra cultura contemporánea pareciera moverse en esos sentidos, no ya hacia adelante (un libro a la vez, un disco a la vez), sucesivamente, sino hacia todos lados al mismo tiempo, una vez que el pasado y la historia se nos han ofrecido en su apertura fatal que juega a hacer enteramente disponibles sus elementos para el presente (Sergio Rojas). Quizás esta apertura de la tradición y la historia como espacio no sea ya más que un cliché o, de manera ilusoria, no sea pensable y decible sino a través de incontables clichés, como ese cliché de la falta de originalidad tan dado al escepticismo contemporáneo:
¿Qué pasaría si aceptamos que el Ulises de Joyce fue influencia directa en la escritura de la Odisea? Si la tradición literaria occidental la entendemos como una línea sucesiva de hitos en la cual Homero se sitúa como el primer hito de importancia y Joyce como uno de los últimos, ¿en qué quedaría convertida esa línea recta sin accidentes que es la tradición literaria occidental? Por supuesto esa línea dejaría de ser una línea recta orientada al futuro para adquirir otras figuras más intrincadas en las que el tiempo, por ejemplo, perdería su carácter imperativo. Si Homero leyó el Ulises, esa línea temporal se volvería puro espacio, una superficie plana y expansiva sin mayor concierto que su expansión desbordada, en la que el Ulises y la Odisea convivirían uno al lado del otro, en un mismo nivel, aplanado el tiempo. Y si todos los libros comparten lugar, entonces, toda la cultura se vuelve citable porque su manera de relacionarse es por la contigüidad en el espacio; relación por la cual los libros podrían a la vez definirse y dispersarse.
Este ejercicio que hemos hecho parece ser de ciencia ficción, pero es más real de lo que creemos. Nuestra cultura contemporánea pareciera moverse en esos sentidos, no ya hacia adelante (un libro a la vez, un disco a la vez), sucesivamente, sino hacia todos lados al mismo tiempo, una vez que el pasado y la historia se nos han ofrecido en su apertura fatal que juega a hacer enteramente disponibles sus elementos para el presente (Sergio Rojas). Quizás esta apertura de la tradición y la historia como espacio no sea ya más que un cliché o, de manera ilusoria, no sea pensable y decible sino a través de incontables clichés, como ese cliché de la falta de originalidad tan dado al escepticismo contemporáneo:
Recordar despierto, seguir soñando, cerrar las puertas, olvidar los caminos directos, las rutas y los horarios. Recordar. La memoria es una tarea de escritura imperfecta, un palimpsesto infernal […] Todo es un juego de nunca acabar, pues recuerdo cuánto quería cuando pequeño tener a Gizmo como mi mejor amigo y ser quien salvara a la ciudad de Rayita y su invasión y recuerdo cuán gracioso fue, ya más grande, ver en Third Rock from the Sun a Lithgow y Kirk, perdón, Shatner, bromeando sobre viajar en avión y ser tratados como lunáticos. En Los Simpsons hay una parodia de noche de brujas en que el gremlin que acosa a Bart le arranca la cabeza a Flanders. Siempre estamos leyendo y contando las mismas historias en un proceso interminable de citas y referencias. Me pregunto si esto que digo no es otra historia ya contada y fallida, un ejercicio mal ejecutado, incomprensible, irreparable, y la vida entera se puede resumir en esa disyuntiva que nos hace tan poco originales… Nunca tuve tanto miedo de ser como mi viejo… (75).
¿Qué podría subyacer a la constancia de la idea de una línea sucesiva, a la idea de la orientación al futuro? Random de Daniel Rojas Pachas es la reunión de un conjunto de historias no homogéneas, reunidas, como su título lo sugiere, a través de un procedimiento sin objetivo preciso, sin patrón, al azar. No obstante, al leer esta novela, quizás nos sintamos tentados a encontrar esa línea o líneas orientadas al futuro (el final del libro), quizás nos sintamos tentados a imprimirle a esta novela una articulación que, pienso, no necesariamente tiene.
En la contratapa del libro, leemos:
En la contratapa del libro, leemos:
Un personaje en permanente tránsito reconstruye […] su historia personal […] En esta realidad se cuelan trazas de otras vidas imaginadas: la historia de Azul, un traficante de apetitos inalcanzables; las confesiones de un policía […]; y fantasías sci-fi salpicadas de erotismo…
Se establece a partir de la contratapa una división tajante entre realidad y ficción que deriva en la jerarquía que preside un personaje idéntico a sí mismo, con un poder tal como para efectuar la ordenación del mundo entre vida real y vidas imaginadas. Yo, sin embargo, no veo tan claro que esa lógica sea la que se imponga en Random.
Fijémonos solo en un procedimiento. Ese yo personaje que actuaría como conciencia meta-narrativa (esa conciencia que puede ordenar el mundo y crear jerarquías), cuando aparece, lo hace en cursivas, como si esa voz que en principio leemos como voz articuladora fuera en realidad un cita.
¿Qué haría, entonces, suponer que esas historias intercaladas sean “vidas imaginadas” y no la otra historia, la historia de quien escribe? Me pregunto, ¿no será la huella del yo como cita suficiente evidencia de que esa historia es la vida imaginada?
¿Por qué no pensar que esas vidas inasibles, inarticuladas y siempre diferentes se parecen más a la realidad, precisamente inasible, inarticulada y diferente, como pareciera ofrecérsenos a nosotros? Descansa bajo esa atribución de “vidas imaginadas” a las historias discontinuas una idea de la realidad o del realismo que infecta el trabajo de la ficción (Soulages).
Como muchos narradores contemporáneos, pienso en Claudia Apablaza, por ejemplo, quizás Daniel Rojas Pachas nos intente decir algo a este respecto: así como no hay una línea recta entre el nacimiento y la muerte, entre Homero y Joyce, no hay una vida verificable detrás de la ficción y lo real, es obvio, no es más que ficción.
Bibliografía
Fijémonos solo en un procedimiento. Ese yo personaje que actuaría como conciencia meta-narrativa (esa conciencia que puede ordenar el mundo y crear jerarquías), cuando aparece, lo hace en cursivas, como si esa voz que en principio leemos como voz articuladora fuera en realidad un cita.
¿Qué haría, entonces, suponer que esas historias intercaladas sean “vidas imaginadas” y no la otra historia, la historia de quien escribe? Me pregunto, ¿no será la huella del yo como cita suficiente evidencia de que esa historia es la vida imaginada?
¿Por qué no pensar que esas vidas inasibles, inarticuladas y siempre diferentes se parecen más a la realidad, precisamente inasible, inarticulada y diferente, como pareciera ofrecérsenos a nosotros? Descansa bajo esa atribución de “vidas imaginadas” a las historias discontinuas una idea de la realidad o del realismo que infecta el trabajo de la ficción (Soulages).
Como muchos narradores contemporáneos, pienso en Claudia Apablaza, por ejemplo, quizás Daniel Rojas Pachas nos intente decir algo a este respecto: así como no hay una línea recta entre el nacimiento y la muerte, entre Homero y Joyce, no hay una vida verificable detrás de la ficción y lo real, es obvio, no es más que ficción.
Bibliografía
- Rojas, Sergio (2001). Materiales para una historia de la subjetividad. Santiago de Chile: Editorial La Blanca Montaña.
- Soulages, François (2010). Estética de la fotografía. Buenos Aires, Argentina: La Marca editora.
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