[Toda representación construye un mundo: sobre Abril de Gonzalo David y algo más]. Por Víctor Quezada

Abril de Gonzalo David es una narración corta, de aproximadamente 40 páginas, publicada por el nuevo proyecto de publicaciones digitales gratuitas Editorial 404. Lee a continuación un acercamiento a la “nouvelle”, aparte de unas ideas sobre la convocatoria a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, de la cual Chile es invitado de honor.


Toda representación construye un mundo: sobre Abril de Gonzalo David y algo más


La última polémica política en el escenario de la literatura chilena se vio propiciada por la conformación del programa de invitados a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL), de la que Chile es “país invitado de honor”.
Se decidió una lista de participantes de manera arbitraria, unilateral, anti-democrática, en la que hay pocos poetas, y el más joven es el Premio Nacional Raúl Zurita, o algo así.
Algunos escritores protestaron por una mayor representatividad a través de una Declaración pública. Pues Chile, la imagen de Chile, no es esa que proyecta la convocatoria inicial. La imagen de Chile es otra (siempre es otra), en la que por supuesto, las editoriales independientes, los escritores jóvenes, participan.
Ir contra la arbitrariedad, a favor de la transparencia de las estrategias de representación es estrictamente necesario. Pero más importante aun, es pensar las garantías de dichas operaciones.
En la propuesta inicial del programa se priorizan las instancias que están directamente vinculadas con el mercado editorial transnacional, impulsando mesas de negocios entre editores, distribuidores y libreros, donde las nuevas plataformas de lectura adquieren un papel preponderante, en virtud de la internacionalización del libro chileno.
El paradigma que garantiza la propuesta chilena para la FIL, es el paradigma de la acumulación, y, en esa imagen internacional, de libre mercado, por supuesto, las tentativas locales que se han venido forjando durante las últimas décadas en el territorio nacional no tienen cabida. Y, fundamentalmente, porque dichas tentativas están fuera de la construcción de ese mundo, son inverosímiles respecto de la acumulación del capital (o eso quiero creer).
Toda representación, necesariamente, construye un mundo. Pensar en un mundo donde distribuir sea más importante que acumular, es quizás la única obligación política de los escritores chilenos. Pues el problema de los invitados a la FIL se resuelve fácilmente: invitando a quienes tienen el poder de protestar, a quienes son alguien para protestar y ser escuchados.

“El hombre nuevo”

“Abril” de Gonzalo David es la historia de un “nuevo tipo” de hombre más que la historia de una mujer. Situada la relación amorosa que mantienen Abril y el narrador entre las resquebrajaduras que el neoliberalismo fuerza sobre las superficies del deseo y el afecto, su vínculo está inmediatamente sumido en el fracaso. Cuestión que facilita la repetición tradicional de la figura de la mujer construida como objeto de deseo inalcanzable, esa mujer que –como vemos en “Sarrazine” de Balzac- es finalmente un eunuco: una proyección sin pene del hombre.
Sin embargo, en este contexto del capitalismo exacerbado, dicha construcción ya asimilada por la potencia del mercado, encuentra referentes más cercanos en la apercepción de cierta narratividad, representada por Ray Loriga a través del epígrafe que encabeza el libro y la referencia a películas del mercado hollywoodense “indie”.
Así, Abril es como Clementine de “Eternal sunshine” (Michel Gondry, 2004), como Summer de “(500) days of Summer” (Marc Webb, 2009); una mujer que dentro del esquema de la mujer idealizada, es también caracterizada por su vida “independiente” del hombre. No obstante, esa mujer solo es narrable a través de una perspectiva masculina y, como en el caso de la película de Gondry, solo existe en la cabeza del hombre.
Como dijimos, en “Abril” se narra la historia de un “nuevo tipo” de hombre. Un hombre que se define en contraposición con la figura del dominador hipersexualizado, sin sentimientos. El hombre de “Abril” es un “chico que llora”, conectado consigo mismo y los territorios sentimentales de una nación “emocional”.
Hombre que nos recuerda, quizás, al sujeto de “Gracias por bailar conmigo” de Pablo Paredes (El final de la fiesta, 2006) y su cierto patetismo, quien se auto-victimiza, manifestando una “incomodidad” en y por el medio social en que se desenvuelve. Así como sugiere los territorios con los que fue vinculada la “novísima” generación de poetas chilenos a través de su topografía (la Alameda y la Gran Avenida de Gladys González), la “microafectividad” y las “pequeñas revoluciones del cariño” que encontramos en la poesía de Diego Ramírez.

Una crítica del compromiso

En este libro, mención aparte merece el prólogo del poeta y crítico de literatura Felipe Ruiz Valencia, quien nos habla dentro de los marcos de lo que caracteriza como "pospoesía" (esos fenómenos textuales que sobrepasan la superficie de inscripción tradicional del libro), sobre la apercepción de la compasión.
Primero, en lo que pertenece a su lectura estricta de esta narración, resemantizando la figura de Cristo y María Magdalena, esa figura del hombre que “rescata a la mujer de sus sombras” (pág. 5), pero en términos generales, de una poesía que para ser, debe ser compasiva, pues “aquello que llamamos inspiración (...) es la inspiración misma de la compasión”, tratando de aventurar los límites mismos de una poesía futura.
En otro texto de su autoría (“La poesía futura”), nos dice: “Por ello mismo, entre nuestro presente y el de los poetas futuros existe un silencio de muerte, incluso, desolador y vasto, en que la literatura callará o simplemente no dirá nada. La urgencia es y debe seguir siendo un llamado, humano por su finitud, a trascender por medio de la obra, antes que por cualquier metafísica”.
La crítica de Felipe Ruiz es una crítica comprometida, ¿no es acaso ese el meollo del asunto, el compromiso?. Toda representación de la realidad construye un mundo, preguntarnos qué mundo estamos construyendo, es preguntarnos por el mundo en que queremos vivir.


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