[Las Enseñanzas de la Odisea II] por Juan Santander
LAS ENSEÑANZAS DE LA ODISEA
Canto II: ¿Qué es una duda?
Quieres un padre?
No, gracias
Leopoldo María Panero.
Telémaco calza sus sandalias. La casa está siendo devastada: Entretanto la casa me ocupan un día tras de otro, / nos degüellan los bueyes, ovejas y cabras lozanas, / al banquete se dan y se beben el vino espumoso / sin mesura y sin cuenta; consúmese todo, pues falta / en mi casa un varón como Ulises capaz de echar fuera / una tal maldición; yo no puedo a mi edad . Y Telémaco, un aproblemado isleño sin desplante quiere ser más que un joven. Es el heredero de un borrado. Es defendido por el ínclito anciano relevante: Haliterses Mastórida. Mientras, Penélope teje la mortaja de Laertes, esa mortaja es su cadena. ¿Y cómo tejer una cadena sin creer que viviendo en ella me libero? ¿Y dónde pondré la duda esta tarde? La paciencia es un arte / o pesadumbre / macizo montañoso. [1] La frialdad con que una reina teje y desteje una mortaja. El ardor con que un joven se deja engañar por una diosa transfigurada. El mar es una mortaja. Las olas son corredores. Los jóvenes leen sus libros. Calzan sus zapatos. La locura de ser consolado. Los pretendientes. Las tinajas de vino. Desde siempre en el oído la ruta dictada por la diosa. Los remos. Las órdenes. Los sacos de harina. ¿Qué es una duda?
Una mujer, un joven y un anciano contra los galanes soberbios. Ulises está muerto entre esas olas, bien lejos de Itaca. Telémaco ya oyó a Mentes inflamándole el pecho: Me propongo llegar a Laconia y a Pilo arenosa / a inquirir si regresa mi padre perdido hace tanto, / ya me venga a informar algún hombre, ya escuche la fama / que venida de Zeus esparce su voz por el mundo. Telémaco lleva la duda para conocerlo y verlo entre los vivos. O bien, para volver rápidamente a la isla y alzar la tumba. Mentor es el otro defensor: Dame oídos, ¡oh diosa!, que ayer, visitando mi casa, / me mandaste cruzar en mi nave el océano brumoso / por saber el regreso al hogar de mi padre en ausencia. Mentor es la diosa hecha hombre que lo inflama. No serás desde ahora, Telémaco, vil e insensato / si ha calado el noble valor de tu padre. Esmaltar el pecho del joven con la sangre viva del padre por recobrar. Telémaco esconde la duda en esa sangre que no ve. Serás un héroe sensato. La gran guerra ha cesado. Traerás a tu padre y, en ti, la forma de tu padre. Hay una diosa sentada en la popa de tu barco. Te promete la sabiduría de tu padre el olvidado, de tu padre el excesivo. Estas son tus primeras órdenes. Darás tus primeras órdenes. Visitarás a Néstor y al rubio Menelao. Comienzas a saberlo todo. No puede haber cordura en la inacción.
Ya, Telémaco, están los marinos de grebas brillantes / con el remo en la mano y esperan tu voz de partida: / vamos, pues, hacia allá, no aplacemos más tiempo el camino. Diría que, como Telémaco, estamos preparando las negras naves frente a islas, islas como días. Islas como hojas. Islas Telémaco. Islas Ulises. Islas Homero. Islas que no esperan nada de la juventud o del deseo [2]: Las lentas hojas vuelve un niño y grave / sueña con vagas cosas que no sabe [3]
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