[Perdí mi confianza en el silencio. Entrevista y poemas de Katerina Angelaki-Rouk]. Por Natalia Figueroa

Natalia Figueroa (La Serena, 1983) nos envía una entrevista realizada a Katerina Angelaki-Rouk (Atenas, Grecia, 1939), poeta reconocida en dos oportunidades con el Premio Nacional de Poesía de Grecia y traductora al griego de la obra de Seamus Heaney, Sylvia Plath, Alexander Pushkin y Dylan Thomas.
La siguiente entrevista –realizada en inglés en la casa de la poeta en Atenas, durante junio de 2017– aborda algunos temas que atraviesan la poética de Angelaki-Rouk, su relación con Nikos Kazantzakis y su posición en la poesía griega contemporánea.
Además de la entrevista, publicamos tres poemas traducidos desde el griego moderno por Natalia Figueroa.

Perdí mi confianza en el silencio. Entrevista a Katerina Angelaki-Rouk

1. Katerina, el tema del miedo es una constante en sus poemas. En una ocasión usted dijo que somos todos miembros de una “familia del miedo”. También en un poema escribió que “El miedo es una monarquía absoluta”. ¿Cuál es ese miedo del que está hablando?

Bien, hay muchos tipos de miedo. Por supuesto, el primero y el más importante es el miedo existencial, de que algo podría ocurrir, como un accidente por el que podrías perder tu vida. Pero también hay otros tipos de miedo. Si estás viviendo una vida difícil y llevas dos vidas, una representa lo que realmente sientes, lo que realmente quieres y la otra es lo que pretendes ser, está entonces el miedo de que algo pueda ocurrir que exponga la verdad. E incluso, si estás bien contigo y con tu vida, es decir, si no tienes muchas razones para tener miedo, está el miedo por tu país, por lo que sucederá; miedo, por supuesto, por aquellos que amas, no solo de que ellos permanezcan contigo o no, sino de cómo su vida se va a desarrollar. Es por eso que he dicho que el miedo, de muchas caras, es una parte importante de nuestra psicología, aun cuando no seamos conscientes de él.

2. En este mundo lleno de violencia, donde el odio reina, ¿cuál diría usted que es el lugar para la poesía?

Exactamente. En un mundo así, en la forma en la que lo vivimos hoy, lo primero que se diría es que no tenemos tiempo para este lujo que es la poesía. Por otra parte, la larga historia del ser humano te dice que la poesía siempre aparece en tiempos difíciles. Cuando todo está oscuro, el ser humano automáticamente se vuelve hacia la poesía en busca de esperanza. Y es por eso que la poesía siempre nace en situaciones difíciles, y es por eso que siempre digo que la poesía viene de una herida, y el poema es el cirujano.

3. En el poema “Qué da la poesía y que se lleva”, usted escribió que la poesía solo pide una cosa: “Que no exijas nada / de la tierra en la que habitas. / Ni que la realidad te recompense / ni te enriquezca / (…) / o que sea como a ti te gustaría”. ¿Cómo explicaría estas líneas a alguien que, por ejemplo, está luchando para que las cosas sean más justas?

¿Para que sean más justas o para satisfacer sus demandas egoístas? En ambos casos, quise decir que hay que ser consciente de que por el solo hecho de que tengas vida y estés en este planeta y camines en él, deberías estar agradecido y no esperar ninguna recompensa, ya que la realidad no tiene recompensa, tampoco tiene castigo, simplemente está ahí. Una realidad en el verdadero sentido de la palabra. Esto significa que no es buena para ti o mala para otro, no está a tu favor o en tu contra, está ahí. Este es el regalo que nos fue dado, no sabemos por quién, pero es la única cosa que tenemos, esta realidad, y deberíamos entrar en ella lo más profundo que podamos, para así aprovechar todos sus dones.

4. Hay un vínculo entre usted y Nikos Kazantzakis. Conozco la historia acerca del poema que usted escribió y que él le ánimo a publicar cuando usted tenía 16 años. Pero más allá de esto, ¿diría que aprendió algo de Kazantzakis, que hay un verdadero vínculo entre usted y él? ¿Cómo explicaría esta relación, en su sentido profundo?

Fui la ahijada de Kazantzakis, esto significa que él me bautizó como lo hacemos en la Iglesia Ortodoxa. Él puso el aceite en mi frente y me dio mi nombre. Mi nombre es Katerina, así fui bautizada. Tuve mucha suerte porque él fue amigo de mi padre y también mi padre fue su abogado. Mi padre venía del Este, del Bósforo, de Anatolia, y a Kazantzakis le gustaba mucho su personalidad, el tipo de persona que mi padre era. Él solía llamarlo “mi gran hombre oriental”. Desafortunadamente nunca lo conocí, esperaba con impaciencia terminar la secundaria y viajar y estar con él, tal como mi familia lo había arreglado, pero él murió seis meses antes, entonces nunca pude estrechar su mano. Viví toda mi vida bajo su sombra y, en cierta forma de la que no soy consciente, incluso mi poesía pudo haber sido influenciada, aunque, por supuesto, las situaciones fueron muy distintas, pero él fue la luz de mi vida.
Mi familia tenía mucha educación, es por eso, tal vez, que a Kazantzakis le gustaba tanto mi padre. Entonces, él es parte de mi nacimiento y del sentido que las cosas tomaron en mi vida. Aquel poema que me publicó, ahora que lo pienso, fue exactamente hace medio siglo atrás. Hace medio siglo atrás yo tenía 16 años.

5. Katerina, el camino del artista muchas veces se vuelca en la autodestrucción, la infelicidad y la soledad. ¿Propone su poesía un camino distinto?

Se me entregó en las manos esta arma que es la poesía a los 16 años y me ha ayudado especialmente en momentos de dificultad, de desesperación, porque a medida que la vida avanza, sobre todo cuando creces… tú conoces al “Señor Amor” y la creación es hermosa y es bella y es desesperada y, entonces, tienes la poesía como una forma de sacar todo afuera y no dejarlo dentro tuyo para que te consuma. Es un arma fantástica para la vida, pero, por supuesto, esto no significa que aquello que escribiste en esos momentos sea bueno, después tú lo examinas y tal vez botarás dos tercios de lo que escribiste y solo trabajarás con un tercio hasta que surja el poema final. Pero es grandiosa, ayuda en la desesperanza.


6. En este momento, podemos leer a muchos poetas escribiendo acerca del silencio, de algo que no puede ser dicho. Pero usted tiene este poema llamado “Perdí mi confianza en el silencio”, donde escribió: “Feroz, ahoga el llanto de la debilidad / alimenta una amenaza eterna”. ¿Podría por favor explicar en qué sentido está hablando del silencio?

Existen muchos tipos de silencio, como en todo, tal como decíamos antes… el silencio cuando no te expresas a ti mismo porque sientes algo distinto a lo que aparentas. Por supuesto, el silencio que es peor es aquel que está dentro de ti y tú no oyes nada. El silencio cuando esperas a alguien y no llega es también doloroso. Pero en algún lugar escribí acerca del silencio de que nadie te llame y tú sientes que no eres necesario en la vida de nadie. Entonces dije: hay algo peor que este silencio en que sientes tristeza porque nadie te llama y nadie te extraña. Es el silencio que tiene lugar en ti cuando tú sientes que no estás llamando a nadie, que no tienes a nadie a quien extrañar. Cuando escribí ese poema que tú mencionas, estaba pensando en ese vacío, en ese silencio que se convierte en el vacío característico en que no quiero a nadie ni extraño a nadie.
Entonces el silencio, como todo en la vida, tiene muchas caras. Y, por supuesto, está el silencio bello, cuando miras el paisaje o cuando acabas de hacer el amor. Y también me pregunto cómo aquellos que creen en Dios explican el silencio de Dios. Dios es básicamente, absolutamente, silencio.

7. ¿Usted se siente parte de una generación de poetas?

Pertenezco a la generación de los sesenta, que es la fecha cercana a la que Seferis obtuvo el Premio Nobel. Este premio, para nosotros, los poetas griegos, fue importante porque, hasta ese momento, Grecia no existía como un país activo, intelectual, sino solo como el remanente del buen Homero y de la Grecia Antigua y, repentinamente, apareció que en la Grecia moderna, en la Grecia de los sesenta, estaban Seferis, Elytis, Ritsos… eso significó que la poesía griega contemporánea, en algún sentido, había nacido, y es muy interesante, fui parte de esa generación desde su comienzo y no me había dado cuenta de cuán poco importantes éramos hasta ese momento para el resto de Europa, pero eso cambió y desde entonces fuimos reconocidos como algo existente, creativo y en actividad, del presente, no del pasado.



La transcripción de una pesadilla

Para que la pesadilla se convierta en poema
el silencio no debe tener crujidos
del alma, del corazón ni de otros órganos
de la química inorgánica de la existencia.
En el silencio se permite habitar a los colores
pero se prohíben los contrastes chillones:
negro con rosa
o con el tan cantado azul de los ojos.
Un poco de color tierra tal vez
el cobre de una hoja caída
el blanco con lunares café de la nuca del perro.
Una vez que la pesadilla ha tomado tanta altura como puede
se somete a una serie de intervenciones.
Con gran delicadeza se debe remover
el recelo lógico
y después, sin anestesia
trasplantar algo
de la innata bondad de las personas.
La más difícil cirugía
es arrancar el miedo.
Esto lo consigues sumergiendo
continuamente el mal sueño
en la santidad de la naturaleza.
Y entonces germina el poema
hojita tras hojita
flor tras flor
débil desde el principio, tembloroso
sube por la tierra negra que lo alimentó
y se atreve.
Se atreve a soñar
el antídoto de la agonía
la Palabra.


¿Qué da la poesía y qué se lleva?

Cuando bajo el peso de una nube
todo dentro de tu cuerpo se inclina
cuando una sola mirada rae heridas viejas
cuando una nueva incapacidad abre heridas nuevas
cuando la luminaria del cielo brilla
a poca distancia de tu futuro próximo
y todas las reservas de vida que has reunido no alcanzan
cuando el dolor no tiene nombre ni color
entonces la poesía toca como una mano tierna tu frente
y te hace creer que tu propósito es alto
que tus canciones no terminan con tu vida
que la poesía es la rendición de cuentas de tu alma.

Tomas entonces el lápiz
y crees llegar a ser uno
con la belleza y la inmortalidad.
¿Pero qué sacrificio te pide la poesía?
¿Qué quiere a cambio?
Solo una cosa:
que no exijas nada
de la tierra en la que habitas.
Ni que la realidad te recompense
ni te enriquezca
atándote con un nudo eterno
o que sea como a ti te gustaría.
Solo una sola cosa para que desees
a la realidad alrededor tuyo y la ames,
para que esté ahí
aun cuando no tenga risa y sea dura.


Perdí mi confianza en el silencio

Perdí mi confianza en el silencio.
No es inocente, no es romántico,
no esconde los susurros del amor
ni la próxima frase musical de una sinfonía pastoral.
Feroz, ahoga el llanto de la debilidad
alimenta una amenaza eterna.
Yo tenía buenas intenciones
el día en su comienzo tenía buenas intenciones
pero no tuvimos cuidado
de su muda terquedad que calla
la conciencia de mañana
y que no permite que escuchen
los ruidosos ectoplasmas del miedo.
Oh sí, y yo tengo miedo.
Pero todavía lucho por no quedarme sorda
quiero escuchar todo el llanto
y hablar a solas
con la voz de mi alma.

* Las fotografías de Katerina Angelaki-Rouk fueron tomadas en la casa de la autora por Natalia Figueroa.

Comentarios

Unknown dijo…
Natalia te felicito!!!! Muy buena e inteligente la entrevista. No habia pensado en el miedo y el silencio muy bien descritos en los poemas de Katerina. Suerte lo mejor para tí siempre.
Toda mi admiración, Natalia. Qué grande que eres, te miro desde abajo y me regocijo.
Susan Llewellyn Tame