[Sobre Tres de Ashle Ozuljevic Subaique]. Por Heber Rojas Barrera
Heber Rojas Barrera escribe su primera reseña. Presenta sus impresiones sobre Tres (Ediciones Municipalidad de Coquimbo, 2016) de Ashle Ozuljevic Subaique.
Es atrayente ver las posibilidades que se abren cuando se siente el mundo. Ashle Ozuljevic Subaique lo ha hecho, ve posibilidades en el mundo, en un habitar poético. De ahí esta autobiografía pormenorizada de los diferentes estados de su ser escritos en el poemario Tres. Crea intimidad en el conjunto de la serie, un estado de contemplación honesta.
El lenguaje busca un comienzo de todo, extrañando algo imperceptible a los ojos. Trasmuta aun así en diferentes hablantes, no agota, hurga aún más en su voz y desde ahí pega un grito en las orejas, porque son suaves sus palabras, pero filosos los versos.
La utilización del cuerpo, desde la abierta sexualidad, hasta el recipiente de la soledad, es un punto interesante en la obra de Ozuljevic. Los hablantes recurren al cuerpo para expresar o ser vehículo de todas las emocionalidades. La conexión con él permite al lector acercarse a la intencionalidad de la autora, su cuerpo es tanto un vehículo para ella como un mapa poético para el lector. En “Maculada”, por ejemplo, profundiza esta relación centrándose en el rostro y sus pecas.
Pero no todo es tristeza, más bien en estas páginas se escribe de un desengaño sincero, porque no se espera nada, quizás la búsqueda de las causalidades que le permiten sorprenderse porque: “El corazón no se rompe / solo se debilita / y se disfraza para poder salir / a jugar”.
Cierra el conjunto de poemas sobre el amor el poema “Pero también lo pasamos bien”, que es el esclarecedor mensaje que nos entrega la autora sobre este tópico de su vida y que nos recuerda lo mencionado por Zygmunt Bauman acerca de los vínculos humanos y de su fragilidad en relación con su funcionalidad en torno a prestaciones otorgadas dentro del marco social posmoderno. Ozuljevic revela una verdad para ella que bien puede aplicarse a tantos otros, la de tripas palpitantes dentro de la piel, en ese carnaval que son las relaciones humanas, a las cuales es devota en su emocionalidad sincera.
La infancia es citada en la primera y tercera parte del poemario. Reflejada constantemente en lugares físicos, una casa, un árbol o algo que la sujete a este mundo, en la figura de los padres.Siempre deseando algo imposible: girar los ojos hacia el pasado y verse ahí cobijada por su sangre. Tocando la muerte como una persistencia inevitable en el conjunto del libro. Quizás desde ahí el deseo de no irse, por temor a no poseer ningún vínculo sentimental concreto. La protección de la infancia como una quimera donde la vida era, entre comillas, más fácil, ahí busca la niña, entre todos sus poemas. Dichos poemas, en su mayoría, son descripciones, cuadros e imágenes constantes que retratan con palabras estas representaciones estéticas, composiciones de la memoria. La autora está en un salón de espejos y en lugares donde sus sueños se mezclan con otros sueños y crean como el espejismo, un artefacto poético.
Para finalizar, algunos versos de “Destellos”,poema que me motivó a escribir mi primera reseña:
Heber Rojas Barrera (1985). Profesor de Historia y Geografía, Licenciado en Educación por la Universidad de La Serena.
Tres de Ashle Ozuljevic Subaique
Es atrayente ver las posibilidades que se abren cuando se siente el mundo. Ashle Ozuljevic Subaique lo ha hecho, ve posibilidades en el mundo, en un habitar poético. De ahí esta autobiografía pormenorizada de los diferentes estados de su ser escritos en el poemario Tres. Crea intimidad en el conjunto de la serie, un estado de contemplación honesta.
El lenguaje busca un comienzo de todo, extrañando algo imperceptible a los ojos. Trasmuta aun así en diferentes hablantes, no agota, hurga aún más en su voz y desde ahí pega un grito en las orejas, porque son suaves sus palabras, pero filosos los versos.
La utilización del cuerpo, desde la abierta sexualidad, hasta el recipiente de la soledad, es un punto interesante en la obra de Ozuljevic. Los hablantes recurren al cuerpo para expresar o ser vehículo de todas las emocionalidades. La conexión con él permite al lector acercarse a la intencionalidad de la autora, su cuerpo es tanto un vehículo para ella como un mapa poético para el lector. En “Maculada”, por ejemplo, profundiza esta relación centrándose en el rostro y sus pecas.
III
Nunca se cansa el sol de martillar mi rostro:
cada peca es un clavito diminuto que no duele
cada peca es un clavito que me salva de encancerarme
cada peca es un espejo para insectos.
Cuando duermo ellos vienen a mirarse
sin quedar nunca felices
del reflejo que reciben
los mato uno a uno
con las yemas de los dedos
pues nunca han sido capaces de contestar
cuándo y quién me unirá las pecas
con una línea brillante que no duela.
Los dos últimos versos esclarecen el misterio de sus voces, el que nos habla de una mujer que sufre, que tal vez sonría de forma diaria y corone su rostro con atisbos de alegría, pero que guarda llagas que develan con tenue furia en versos desperdigados, en todo el libro, aunque aunados en su mayoría en la segunda parte del poemario, donde el tópico del amor es profundizado. Acá hay desenfado, impudor con sus penas, con sus desgracias. Nunca se cansa el sol de martillar mi rostro:
cada peca es un clavito diminuto que no duele
cada peca es un clavito que me salva de encancerarme
cada peca es un espejo para insectos.
Cuando duermo ellos vienen a mirarse
sin quedar nunca felices
del reflejo que reciben
los mato uno a uno
con las yemas de los dedos
pues nunca han sido capaces de contestar
cuándo y quién me unirá las pecas
con una línea brillante que no duela.
Pero no todo es tristeza, más bien en estas páginas se escribe de un desengaño sincero, porque no se espera nada, quizás la búsqueda de las causalidades que le permiten sorprenderse porque: “El corazón no se rompe / solo se debilita / y se disfraza para poder salir / a jugar”.
Cierra el conjunto de poemas sobre el amor el poema “Pero también lo pasamos bien”, que es el esclarecedor mensaje que nos entrega la autora sobre este tópico de su vida y que nos recuerda lo mencionado por Zygmunt Bauman acerca de los vínculos humanos y de su fragilidad en relación con su funcionalidad en torno a prestaciones otorgadas dentro del marco social posmoderno. Ozuljevic revela una verdad para ella que bien puede aplicarse a tantos otros, la de tripas palpitantes dentro de la piel, en ese carnaval que son las relaciones humanas, a las cuales es devota en su emocionalidad sincera.
La infancia es citada en la primera y tercera parte del poemario. Reflejada constantemente en lugares físicos, una casa, un árbol o algo que la sujete a este mundo, en la figura de los padres.Siempre deseando algo imposible: girar los ojos hacia el pasado y verse ahí cobijada por su sangre. Tocando la muerte como una persistencia inevitable en el conjunto del libro. Quizás desde ahí el deseo de no irse, por temor a no poseer ningún vínculo sentimental concreto. La protección de la infancia como una quimera donde la vida era, entre comillas, más fácil, ahí busca la niña, entre todos sus poemas. Dichos poemas, en su mayoría, son descripciones, cuadros e imágenes constantes que retratan con palabras estas representaciones estéticas, composiciones de la memoria. La autora está en un salón de espejos y en lugares donde sus sueños se mezclan con otros sueños y crean como el espejismo, un artefacto poético.
Para finalizar, algunos versos de “Destellos”,poema que me motivó a escribir mi primera reseña:
no confíes en tu armadura
la luz sabrá por donde colarse
y por ahí, la esperanza pegada al dolor;
por los pies
o por la palma de la mano
la tristeza trepa si te acercas demasiado
la luz sabrá por donde colarse
y por ahí, la esperanza pegada al dolor;
por los pies
o por la palma de la mano
la tristeza trepa si te acercas demasiado
Heber Rojas Barrera (1985). Profesor de Historia y Geografía, Licenciado en Educación por la Universidad de La Serena.
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